miércoles, 11 de agosto de 2010

La Evolución del Conocimiento

La crisis del modelo social, industrial y educativo

Si algo distingue al ser humano de otros animales es su capacidad para adquirir, acumular y transmitir conocimiento entre generaciones.

Los animales, en cambio, no tienen esta capacidad de transmisión, o si la tienen es con un nivel imperceptible y sigue el largo camino de la evolución

La aceleración de la transmisión de conocimiento entre generaciones ha crecido en los últimos siglos paralelamente con el incremento de la esperanza de vida del ser humano. Es evidente, pues, que una mayor longevidad ha sido uno de los catalizadores de nuestro desarrollo. (La esperanza de vida al nacer en 1900 era de 34,8 años frente a 78,7 años en 1998(1) .

No hay que confundir conocimiento con información y datos. La rapidez en la transmisión de información y datos a través de Internet ha mejorado el acceso a la misma. El acceso a bibliotecas, librerías, la comunicación y hasta la actividad comercial han sido superados con Internet. Pero Internet, al igual que un libro o una escuela aportan información, no conocimiento.

El conocimiento es fruto de la experiencia sometida a la racionalidad o a la intuición.

Cuando la experiencia se sustenta en una base sólida se transforma en conocimiento útil. La experiencia por si misma no aporta conocimiento, solo información desestructurada. La experiencia como medio para contrastar las diferentes teorías e ideas que genera nuestro cerebro si son la fuente de conocimiento.

Lo anterior es igualmente válido tanto cuando los resultados han sido positivos como cuando no lo han sido. De los errores también se aprende. El camino del conocimiento, el aprendizaje está en el continuo intento prueba-error.

El conocimiento es insustituible. Nada lo puede sustituir.

Hoy las empresas, en un intento de reducir costes, prescinden del personal mayor de 45 años. Es cuestionable el beneficio que ello aportará a la empresa, pero evidentemente se descapitaliza de conocimiento. Lo peor del caso es que las nuevas generaciones, al ver este fenómeno, hacen su lectura y los mejores empleados no permanecen en la misma empresa más de dos años. Han aprendido rápido que empresa y empleado no comparten siempre propósitos comunes. Se ha roto el vínculo imprescindible para compartir un proyecto común.

Puede entenderse que algunas empresas busquen su supervivencia y otras preparar una “venta” con el menor ratio aparente “coste/empleado”, aunque el paquete se venda adornado con los resultados de los últimos años.

Pero recientemente he leido en un informe publicado por IBM después de entrevistar a 1500 CEOs de grandes corporaciones a nivel mundial, que ante el creciente aumento de la complejidad, las decisiones para adaptarse a los cambios se hacen sin el tiempo suficiente para analizarlas con profundidad. Hay que decidir con rapidez a pesar de la incertidumbre. "Capitalizing on Complexity. Insights from the Global Chief Executive Officer" - IBM 2010.

Con esta visión me pregunto, ¿qué fiabilidad tienen sus decisiones?.

Si empresarialmente es, pues, discutible, lo que no es cuestionable socialmente es que se desaprovechen los recursos de una parte significativa de la sociedad con un alto nivel de conocimientos útiles. A diferencia de generaciones anteriores en las que el cansancio físico justificaba una jubilación a los 65 años, nada justifica el derroche social de desperdiciar tanto talento por dudosas estrategias empresariales.

Son recursos ociosos, muchas veces con gran capacidad, que lejos de aportar su potencial de conocimientos se apagan ante la barrera de lo inevitable.

Si la transmisión de conocimiento ha sido nuestra mejor herramienta evolutiva para el gran salto que la sociedad humana ha logrado en los dos último siglos, mi pregunta es obvia ¿Hacia donde vamos en el futuro? ¿cual es la sociedad del futuro? ¿Es un modelo sostenible? ¿No es ahora cuando más necesidad tenemos de conocimiento?

(1) "Esperanza de vida en España a lo largo del siglo XX: Las tablas de mortalidad del Instituto Nacional de Estadística" de Francisco José Goerlich Gisbert y Rafael Pinilla Pallejà, 2006,



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